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EL ÉXITO DE LAS SERPIENTES


Es una evidencia que, en términos evolutivos, las serpientes han tenido mucho éxito. Sobrevivieron a la extinción de los dinosaurios hace unos 63 millones de años, y actualmente existen cerca de 2.600 especies que han conquistado diversos biotopos: selvas, bosques, desiertos, montaña, e incluso mares, y lo han hecho en todos los continentes excepto en la Antártida. Su área de distribución llega, en el hemisferio norte, hasta los 67 grados en Escandinavia, y en el hemisferio sur hasta los 50 grados en la Patagonia y Chile. Por alturas, en el Himalaya se las puede encontrar a 4.900 metros de altitud, en cambio las especies marinas nunca bajan más de los 100 metros de profundidad.
Las serpientes son reptiles muy evolucionados tanto por su forma como por sus adaptaciones locomotoras y alimentarias.
La pérdida de las extremidades tal vez haya sido un factor importante que ha contribuido a su éxito evolutivo, pues lejos de mostrarse como una limitación, permite a las serpientes desplazarse en una gran variedad de medios, pero teniendo en cuenta que otros reptiles también han evolucionado hacia la apodia (escincos, lagartos vermiformes) y sin embargo no han tenido tanto éxito, se hace necesario buscar otras explicaciones. En todo caso, queda claro que los ofidios han logrado destacadas formas de locomoción ápoda.
Tal vez la gran respuesta a su éxito evolutivo sea una combinación de perfeccionamientos tanto locomotores como alimentarios, tales como la evolución del esqueleto craneal, que les permite tragar grandes presas, y el desarrollo de un aparato venenoso en algunas especies, factores ambos que parecen ser bastante ventajosos.

EL ORÍGEN DE LAS SERPIENTES
Las serpientes tienen un indudable parentesco con los lagartos, de hecho lo primero que se observa de unos y otros es que son escamosos, o sea provistos de escamas. Pero los lagartos tienen estructuras morfológicas muy diversas, que van desde la más clásica (el lagarto tetrápodo y con la cola larga) hasta formas ápodas, en los lagartos vermiformes, que físicamente los asemejan mucho a las serpientes. De hecho, actualmente se baraja como probable la teoría de que las serpientes se originaron apartir de lagartos vermiformes. Pero los herpetólogos también tienen en cuenta otros candidatos: los varanoideos (como el dragón de Komodo y el monstruo de Gila o Heloderma) y los escincomorfos.
Los varanoideos parecen los mejores candidatos: su estructura craneal, su lengua, su mandíbula, y su recambio dental apuntan claramente en esa dirección.

De hecho, los lagartos varanos, los helodermas y las serpientes estarían mucho más relacionados de lo que nunca se llegó a pensar:
Durante mucho tiempo se creyó que el aparato venenoso de los Heloderma (glándulas venenosas en la mandíbula inferior) no tenía nada que ver con el de las serpientes (glándulas venenosas en la mandíbula superior). El descubrimiento no hace mucho de un lagarto, Pogona barbata, con glándulas venenosas tanto en la mandíbula superior como en la inferior, probó que todos los linajes de reptiles dotados de glándulas orales productoras de veneno (las serpientes, los Varanoidea - varanos y Heloderma -, y el mismo Pogona, del Suborden Iguania) constituyen un grupo taxonómico común porque proceden de un ancestro (venenoso) común, que tenía glándulas venenosas en las dos mandíbulas (como Pogona), pero que luego los Varanoidea perdieron las superiores, y las serpientes las inferiores. Ese grupo taxonómico común, o "clado venenoso" como algunos lo califican, recibiría el nombre de Toxicofera.
Heloderma horridum, un lagarto más emparentado con las serpientes de lo que inicialmente se creía
Para más información sobre Heloderma pulsa AQUÍ

Hoy ya casi nadie discute que las serpientes se originaron de los lagartos. La mayor discusión se centra en cómo se pasó del lagarto a la serpiente, es decir si el antepasado de las serpientes era un lagarto terrestre, acuático o excavador. Y de estas tres posibilidades, es la del lagarto excavador la hipótesis que más peso tiene en la comunidad científica, al principio sobretodo porque las serpientes más primitivas son excavadoras, y porque los lagartos excavadores son serpentiformes. El reforzamiento de la caja craneal en las serpientes quedaría explicado por ese antepasado excavador, si bien la movilidad de la mandíbula superior y del paladar es absolutamente incompatible con la vida subterránea, por lo que habría que pensar que fue una adquisición posterior.
El antepasado acuático es otra hipótesis no descartada por todos, pues de hecho los fósiles que parecen estar más estrechamente emparentados con las serpientes han sido encontrados en sedimentos de orígen marino. El problema está que la adaptación a un medio acuático nunca ha dado lugar a una reducción significativa de las extremidades, y menos todavía a su desaparición, al menos en los reptiles, por lo que no se explicaría la apodia característica de las serpientes.
Para algunos herpetólogos tal vez los antepasados de las serpientes fueron lagartos semiacuáticos y semiexcavadores, que vivían en el fango como lo hacen algunos anfibios ápodos actualmente.

HISTORIA NATURAL DE LAS SERPIENTES
La paleontología aporta pocos datos sobre las primeras etapas evolutivas de las serpientes. Aquí sólo trataré de las serpientes "verdaderas" (Aletinofidios) es decir excluyendo los Escolecofidios (también auténticas serpientes pero primitivas; son de tamaño pequeño y costumbres hipogeas).

Boidae (Boas y pitones)
Los Boidos son los más antiguos de las todavía existentes familias de los Aletinofofidios.
Los Boidos aparecieron hace nada menos que 65 millones de años. Pertenecían a una superfamilia (Booidea) que surgió en el antiguo continente de Gondwana. Desde finales del Cretácico hasta el Oligoceno (tercer período del la Era Cenozoica), los miembros de esta superfamilia, que comprendía cuatro familias (los todavía presentes Boidae y Tropidopheidae, y otras dos más ya desaparecidas) constituyeron una fauna particularmente abundante y rica en todos los biotopos terrestres. Sus representantes más grandes, que posiblemente podrían superar los 15 metros, desaparecieron de las regiones templadas estableciéndose en las tierras más cálidas. Actualmente los Boidos cuentan con unos 30 géneros distribuidos en Latinoamérica, África (incluido Madagascar), Sudeste asiático y Australia.

Colubridae (culebras)
Aparecieron durante el Eoceno, segundo período de la Era Cenozoica. El fósil más antiguo data de hace 40 millones de años, y fue encontrado en Thailandia. Su migración a otros continentes fue posible gracias a la pérdida de nivel del mar y consiguiente emergencia de masas de tierra que tuvo lugar a finales del Mioceno. Los primeros fósiles en Europa tienen una antigüedad de unos 32 millones de años.

Viperidae (víboras y crótalos)
Fue en Asia donde probablemente se originaron los miembros de esta familia, pues es únicamente en este lugar del mundo donde se encuentran conjuntamente Viparinae (víboras sin foseta) y Crotalinae (víboras de foseta o crótalos). Totalmente ausentes de Australia. Varios autores piensan que se originaron en el Oligoceno, hará unos 35 millones de años.

Atractaspididae (serpientes estilete)
Por mucho tiempo los Atractaspididae fueron clasificados entre los Viperidae, pero en realidad ellos se separaron de los Colubroidea antes que lo hicieran los Viperidae. Se trata de una familia estrictamente africana y de Oriente Próximo, con varios géneros de los que sólo uno de ellos tiene un aparato venenoso de tipo solenoglifo (el propio de las víboras)

Elapidae (cobras, mambas, corales, taipán)
Morfológicamente muy similares a los Colubridae, se separaron de éstos hace unos 20 millones de años. Los elápidos más antiguos son las cobras, tanto del género Paranaja (actualmente extinguido) como del género Naja (todavía presente); las cobras aparecieron en Europa, y de ahí pasaron tal vez a África y Asia, probablemente en época relativamente reciente lo que explicaría su ausencia en América y Australia.
Especial interés merecen los elápidos australianos. Se desconoce su orígen. Son muy diferentes al resto de los elápidos, tanto en morfología como en composición del veneno. Es dudoso que su orígen esté en Asia. Análisis genéticos llevados a cabo confirman que los elápidos aparecieron en época muy reciente en Australia: Pseudechis y Pseudonaja, los más antiguos (7-6 millones de años), y Notechis el último en aparecer (3-2 millones de años).

LA IMAGEN DE LA SERPIENTE
No es nada extraño que el ser humano, habiendo observado las peculiaridades morfológicas y biológicas de las serpientes, que las hacen tan diferentes del resto de los animales, haya atribuído a estos seres un carácter sobrenatural, con una imagen sobretodo ambivalente: bien/mal, sabiduría/engaño, fertilidad, inmortalidad, eternidad/muerte, hombre/mujer, tierra/agua, tierra/cielo, etc.
Criaturas sobrenaturales que alimentan los mitos y creencias de diversos pueblos del mundo.

La imagen del Uroboros, la serpiente que forma un círculo mordiéndose la cola, aparentando nacer de sí misma al tiempo que se autodevora, es común a muchas religiones y culturas por su riqueza simbólica: es el eterno retorno, la vida como un círculo sin fin, y, pues, la negación misma de la muerte. El orígen de tal concepción probablemente se encuentre en la facultad de la serpiente de mudar su piel. Pero a la vez, la forma circular de este símbolo refleja también una visión del mundo en la que el cielo y la tierra se unen para formar un todo único e indivisible. El uroboros simboliza la inmortalidad y la transmutación de la muerte en vida.

Los mitos y creencias referentes a la serpiente son numerosos y presentes en casi todas las religiones, ofreciendo una imagen de ella sobretodo ambivalente, según ya escribí antes, y, por consiguiente, hasta cierto punto contradictoria.
Es posible encontrar una explicación racional a este fenómeno. Aunque el término "serpiente" se refiere a un animal perfectamente definido y delimitado, también es verdad que el vocablo comprende una amplia gama de seres muy diferentes entre sí (serpientes venenosas o constrictoras, agresivas o inofensivas, terrestres o acuáticas, de varios colores) que han servido de referencia a diversos mitos y creencias de las gentes.

Es innegable que las serpientes han fascinado desde siempre al ser humano, y no lo han hecho tanto por su tamaño o fuerza física, sino justamente por aquellas facultades suyas tan sutiles, como la muda, su mirada fija, o el veneno, que son parte integrante del misterio que las envuelve.